Walter Pérez, el que contó la otra historia
por Fabián Bergero
La Patagonia despide a un maestro del periodismo: Walter Pérez. Desde los micrófonos de radio Universidad Calf y la agencia Télam, desde la militancia sindical como desde la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, ejerció la profesión con un compromiso profundo. Y lo honró, hasta el día de su muerte.

“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia:
la verdadera historia, quien quiera oir que oiga”.
Walter Pérez fue el periodista que se ocupó de eso que dice la canción de Nebbia y Mignogna: de contar la otra historia. O las otras. Fue el tipo que se ocupó de derribar los relatos de los genocidas, la historia de que hubo una guerra y dos demonios. El que -con datos y relatos precisos - reconstruyó la trayectoria de cada genocida que depredó en la región.
Fue, además, el periodista que estuvo en todos y cada uno de los eventos ocurridos aquí que necesitaban de un testigo que pudiera contar lo que de verdad sucedía. Se podría decir que no hubo un hecho trascendente ocurrido en los últimos casi 50 años, en los que Walter Pérez no estuviera. Cubriéndolo, como periodista, o protagonizándolo, como militante sindical y de Derechos Humanos.
El asesinato de Fuentealba; los juicios a los genocidas y represores regionales; el caso Carrasco; los crímenes de Cipolletti; la reconversión de Zanón en Fasinpat con la lucha obrera detrás. Fue testigo de marchas laborales, reclamos sindicales, manifestaciones por derechos. Encabezó cada marcha de los 24 de Marzo y cada 10 de diciembre desde que la memoria nos alcanza.
Desde su posición de periodista comprometido con su tiempo, Walter Pérez relató esa historia que pocos medios querían contar. O se animaban. Dotado de la capacidad de explicar y sintetizar, hizo escuela desde los micrófonos de radio Universidad Calf, y desde la agencia de noticias estatal Télam.
Tenía claro que la profesión que decidió ejercer hace casi medio siglo en la emisora LU19 de Cipolletti, acarreaba un compromiso profundo. Y que ese contrato no era con los poderes de turno, sino con su gente. Y lo honró, hasta el día de su muerte.
Fue un maestro de periodistas. Un militante incansable. Un imprescindible, de los que hablaba Bertolt Brecht. Nació a la militancia siendo secretario general del Sindicato de Prensa de Neuquén y murió como presidente de la APDH.
¡Que alguien venga a hablarle de coherencia!
Walter murió. No deja tras de sí un legado, sino una responsabilidad: la de hacer que la profesión sea militancia a favor de las personas que sufren, que tienen o sienten sus derechos vulnerados, y que buscan un poco de justicia en un mundo cada vez más injusto.