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Temuco. Buscar un desaparecido con pala y picota

por Nicolás Gutiérrez

Cuando la “Caravana de la muerte” pasó buscando líderes políticos para eliminarlos, el General a cargo preguntó quién era el intendente. La respuesta de los vecinos fue: “Gastón Lobos”. Aunque en verdad, su cargo era el de diputado. Desapareció ese mismo día.

Septiembre 2023

Se despierta a medianoche. O bien podría ser ya entrada la madrugada. Andrea, una niña que aún no tiene ni diez años, duerme en una habitación que está muy cerca del living comedor de la casa de su familia.

Allí, al otro lado de la pared, las voces que lograron sacarla del sueño están organizando algo que ella desconoce, pero que intuye.

-Tú lleva la pala, yo me encargo de la picota -dice uno.

Dos, tres, cuatro personas -¿quién sabe?- salen de la casa y retorna el silencio. Se cierra la puerta de entrada. Andrea sólo está segura de que su papá, Gastón Lobos Felber, lidera la cuadrilla.

El grupo que acaba de salir va como en otras decenas de ocasiones a remover tierra a Puerto Saavedra, que en sí mismo no es un puerto. Es una zona con una comunidad pequeña al borde del mar donde las olas, en caso de un desastre, bien podrían tragarse el pueblo completo, como ocurrió en 1960.

Éste es uno más de los intentos de Gastón Lobos Felber de ir en busca del cuerpo de su padre: Gastón Lobos Barrientos, que fue visto por última vez en octubre de 1973. En esa fecha era diputado de la República.

Pocos lo recuerdan. Y los que lo hacen, apenas lo nombran como intendente, una autoridad provincial. Para la memoria chilena, el socialista Carlos Lorca y el comunista Vicente Atencio son los únicos parlamentarios víctimas de la dictadura.

Una de las pocas certezas que han arrojado los últimos 50 años es que Puerto Saavedra fue uno de los últimos destinos de Gastón Lobos Barrientos.

Andrea Lobos, una de las nietas que no pudo conocerlo, dice que ese despertar a medianoche “es sólo uno de los tantos recuerdos que tengo de mi papá yendo a buscar a mi abuelo”. Y cree que esa escena que no olvida puede ser de fines de los `80 o ya entrados los años `90.

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El padre de Andrea asumió esa tarea tan áspera como acuosa de saber cómo y dónde desapareció este militante del Partido Radical, reconocido actor político de la región de La Araucanía.

Una de las salas del edificio principal del Gobierno Regional, en Temuco, lleva su nombre. El Partido Radical lo ha ungido como un mártir en cada conmemoración del Golpe de Estado en Chile.

Probablemente, cualquier temuquense de más de 50 años sepa parte de su historia y su incierto desenlace.

Gastón Lobos Barrientos nació en 1926 en Río Bueno, lejos de Pitrufquén, que fue el pueblo ubicado al sur de La Araucanía donde se afincó después y del cual evitaría moverse.

Se resistió a vivir permanentemente en Temuco -capital regional-, como dictaría la norma no escrita para surgir en un país como Chile, centralista como pocos.

Fue contador e hizo carrera como tesorero del pueblo. Como hombre de su época, no era indiferente a la política, pero vivió como un veinteañero muy lejano a los partidos políticos. El cambio brusco se produjo cumplidos los 29, cuando se casó con una mujer diez años menor que venía de una familia donde la participación política no era un tema a eludir: había que hacer, no sólo pensar. Irma Felber aún no cumplía los 20 cuando aceptó matrimoniarse con Gastón. Con los años llegarían los hijos: tres mujeres y un varón.

-Me tocó ver cómo se desarrolló en mi papá la pasión por la política. Diría que era mi madre la que tenía una opinión más fuerte. Mi papá descendía de una familia de demócrata cristianos, como mis tías, mis abuelos… Esto de meterse a radical lo hizo ser la oveja negra de la familia -relata Gastón hijo.

Cuando se decidió a ser una oveja negra e ingresar al Partido Radical, Gastón Lobos bordeaba los 30 años, tarde para los cánones comunes.

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Se convirtió en un radical paradigmático: además se hizo bombero e ingresó a la Masonería.

-No se podía no ser las tres cosas -dice entre risas su hijo.

Como militante de ese Partido Radical chileno, Gastón Lobos Barrientos vivió la frenética actividad social propia de la colectividad. En los agitados años 60 fue consolidándose como una figura local y como un referente transversal e improbable en una región que desde entonces tenía una marcadísima presencia de la derecha más acérrima.

En noviembre de 1970, cuando Salvador Allende llevaba apenas dos meses en La Moneda, lo llamó para proponerle que asumiera como intendente de la provincia de Cautín (en la región de La Araucanía). Sería la máxima autoridad local y ejercería desde Temuco.

-Fue un tema en casa, sin duda, pero diría que se decidió en cuestión de horas.

Dar el sí a ese cargo nunca le quitaría el rótulo de “el intendente Lobos”, para bien y para mal.

Hasta hoy, los pocos amigos que quieren hablar de su historia, lo describen como un hombre con una inusitada capacidad de tejer redes y de sentarse a la mesa con cualquiera, “de capitán a paje”.

“Porfiado”, según algunos, siendo intendente siguió viviendo en Pitrufquén y si tenía que parar en Temuco, lo hacía en la casa de sus padres, ubicada curiosamente en calle Pedro León Gallo, uno de los fundadores del Partido Radical.

Cuando se produjo el golpe de Estado civil-militar en Chile, Gastón Lobos Barrientos ya no era intendente regional, aunque en la calle seguía siendo saludado como tal.

Había renunciado al cargo el año anterior para ser candidato a diputado en la lista de la Unidad Popular y había sido electo en 1973 para representar al distrito de su querido Pitrufquén y a las comunas de Temuco, Lautaro, Imperial y Villarrica.

En septiembre de ese año caminaba por las calles como un flamante diputado de la República de Chile. Pero que hasta el día de hoy se hable de él como del intendente Lobos y no del diputado Lobos, no es menor.

El 13 de aquel mes, dos días después del golpe, Carabineros -la policía uniformada chilena- llegó hasta su casa de Pitrufquén a detenerlo. Gastón hijo no recuerda el episodio como algo particularmente violento. Mal que mal, se trataba de policías que conocían desde hace años al “intendente Lobos”.

-Para ellos era don Gastón -dice.

Su destino fue la Segunda Comisaría de Temuco. Luego el Regimiento Militar Tucapel, también en Temuco.

-Mi padre iba a participar en una reunión en Santiago el 11 de septiembre y en el camino se enteró del golpe, mientras manejaba… y se regresó y se volvió a nuestra casa. Después de que Carabineros se lo llevó, pasó una cierta cantidad de días detenido.

¿La causa? Cualquiera que justificara que su militancia era peligrosa para la estabilidad nacional. Entre otros, se le atribuyó un supuesto desfalco de dineros en la intendencia.

Esa “cierta cantidad de días” detenido difiere según quién lo haya relatado o escrito, pero Gastón hijo asegura que el tiempo, que pudo ser de una semana, fue suficiente como para que devolvieran a un tipo con un semblante demolido. Regresó a su casa bajo arresto domiciliario.

Hay una foto de la época -hoy extraviada- que lo registra con la cabeza rapada, siendo paseado por los militares por las calles de Temuco junto a otros prisioneros.

-En esa foto iba con la frente en alto, no como un delincuente, siempre con la frente en alto, pero lo que más recuerdo de su regreso es que apenas lo oímos hablar. Llegó tremendamente apagado, ese hombre activo que fue siempre ya no estaba. Más lo veía en la cama que de pie. No sé ni nunca se me dijo qué pasó en esa primera detención, sólo vi cómo iba creciendo su cabello mientras estuvo en la casa. Pensando en cómo llegó y en cómo era lo que yo vi, pienso que fue torturado, pero no tengo la certeza… -dice Gastón hijo.

La familia Lobos Felber vivió vigilada las siguientes semanas y con el teléfono cortado para evitar cualquier supuesta acción conspiranoica en que cualquiera de la casa pudiera participar.

Gastón hijo dice que por aquellos días la chimenea de la casa no dejó nunca de tener el fuego prendido. Su madre se dedicó a quemar cualquier registro que contuviera nombres, coordenadas y ubicaciones de militantes opositores a la recién instalada dictadura. Fueron días de un angustioso “calor de hogar”.

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La segunda y definitiva detención ocurrió el 5 de octubre de 1973. Esta vez la policía no fue tan suave para entrar como en la vez anterior: allanaron toda la casa buscando armas. Revisaron rincones, entretechos y el patio.

Se sabe que, en ese tiempo, Sergio Arellano Stark, general de división designado por Augusto Pinochet como delegado de la Junta Militar que había tomado el poder, lideraba la “Caravana de la muerte”. Así se llamó al recorrido que hizo por el país para «agilizar y uniformar criterios sobre la administración de justicia», según consta en informes de la época, y para eliminar a líderes vinculados a la Unidad Popular. Pasó por nueve ciudades del sur, entre ellas Temuco, a donde llegó el 3 de octubre.

Una versión que se repite es que Arellano Stark preguntó al llegar: “¿Quién es el intendente?". La respuesta colectiva fue: “Gastón Lobos”. El ser conocido como “el intendente” y no como diputado provocó el despacho de una orden de “detención inmediata”. A esa fecha, el verdadero intendente de la provincia de Cautín era Sergio Fonseca.

Mientras avanzaba el allanamiento, Lobos Barrientos fue llevado inmediatamente al vehículo policial. Antes de irse se despidió de todos y le dijo a Gastón:

-Ahora tú eres el hombre de la casa, cuídalas.

Y se lo llevaron.

Gastón hijo tenía 13 años, ya había ingresado al Partido Radical, y por supuesto pretendía cumplir la promesa que la había hecho a su padre.

-Cuando me dijo eso, él sabía que no iba a volver.

A partir de ese momento las versiones se cruzan e incluso se vuelven surrealistas.


Los expedientes judiciales indican que Gastón Lobos Barrientos fue visto con vida por última vez el 11 de octubre de 1973. Ese día fue liberado de la cárcel de Temuco a las 19.40 horas, en una medida irrisoria, ya que el toque de queda en Chile comenzaba a las 20. Tenía poco tiempo para llegar a su casa en Pitrufquén, un trayecto que ni siquiera hoy se puede cumplir en menos de 40 minutos.

El operativo comandado por Arellano Stark, según se comprobó con los años, terminó con la vida de 71 personas que fueron subidas a un helicóptero Puma con un destino incierto pero deducible: el oceáno pacífico.

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Irma Felber, hoy a sus 80 años retirada de la vía pública, tras décadas siendo requerida para contar lo que fue su vida tras la desaparición de su marido, ya no quiere hablar.

-Mi madre, que había sido dueña de casa, en el 73 tuvo que salir a trabajar. Era una mujer hermosa y para esa época las mujeres hermosas se quedaban en la casa. Entonces hubo que echar mano a todo: a vender el auto, otros bienes, en fin... años difíciles –sintetiza Gastón.

Hasta 1980, Gastón hijo dice haber “adormecido” su actividad política. Con 13 años, vivió la adolescencia con dolor, quizás tomando fuerzas para lo que asumiría en la década siguiente.

-Cuando desapareció mi padre, desaparecieron los compañeros del partido, los conocidos, los amigos. Me empecé a cuestionar todo, el rol de cada quién, de mi familia. Mi mamá, que siempre fue muy política, tuvo que apagar un poco ese lado porque decía `no quiero correr la misma suerte que tu papá porque no quiero dejar cuatro huérfanos`.

Por esa época, de forma anónima, un militar terminó con todas las esperanzas de encontrar vivo a su padre. “No busquen más, no lo van a encontrar”, le dijo a Irma, la viuda.

Al cargar con el nombre homónimo de su padre, Gastón Lobos partió a estudiar obstetricia a Valdivia, 132 kilómetros al sur de Temuco. Ahí pudo vivir como uno más, sin ser apuntado o apedreado en la calle, como le ocurrió una vez.

Al regresar a Temuco, en 1984, junto a sus contactos con la masonería y algunos amigos de su padre, comenzaron esos operativos de pala y picota, los mismos que alguna vez interrumpieron el sueño de su hija Andrea.

-Todos terminábamos con ampollas en las manos. Las principales búsquedas las hicimos en Puerto Saavedra, porque con el tiempo empezaron a llegar llamadas anónimas, a mí, a mis hermanas. 'Juntémonos en la plaza', me decían. Entregaban algunos datos. Usamos todas las informaciones que nos llegaban, todas las posibles -cuenta ahora.

Incluso hizo eco de lo que hoy se llaman fake news.

-Por supuesto, mucha gente se burló de nosotros, nos hacía dar palos de ciego. En ese tiempo había personas que decían que habían visto a mi papá en Argentina o que estaba en un asilo en la región del Bío Bío. Y yo partía a buscarlo.

Entre esas historias, hubo unas elaboradas casi como un relato propio de García Márquez. Entre ellas la hilarante versión de la hija de una mujer que aseguraba que, tras ser lanzado al mar por un helicóptero militar, el agua había devuelto el cuerpo de Gastón Lobos a Puerto Saavedra y que la mujer lo enterró bajo un bote donde solía rendirle culto y mantener el lugar con flores.

-Dimos vuelta todo ese terreno, excavamos bajo la casa. Nada -rememora.

Otra hebra de esta madeja, más creíble, es que en esos vuelos de la muerte en helicóptero algunos cuerpos habían sido lanzados al volcán Villarrica.

Dentro de toda esa baraja que suma decenas de posibilidades, una es la más sentido le hace a Gastón:

-Creo que después de torturarlo, lo agarraron y lo tiraron vivo al mar desde una avioneta que facilitó una persona que tenía una distribuidora en esta misma calle, donde vivo ahora. Esa historia es la más creíble aunque no me gusta mucho porque las opciones de encontrar algo se hacen imposibles.

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En la primera década de los 2000, los carabineros Gonzalo Arias González, Eduardo Orlando Riquelme Rodríguez, y Juan de Dios Fritz Vega fueron imputados por la desaparición de Gastón Lobos Barrientos y condenados a ocho años de cárcel por el secuestro calificado del ex parlamentario. Sin embargo, tras la apelación de la defensa, quedaron absueltos los dos primeros y sólo Fritz fue declarado culpable. Fritz, que había fallecido un mes antes de que se dictara el fallo que sellaría el caso.

-Eso demuestra lo que es la justicia chilena. Que en la Corte Suprema hay un montón de carcamales que sólo se dedican a repartir poder -masculla Gastón.

La demanda civil para obtener una indemnización tampoco prosperó, esta vez porque el Consejo de Defensa del Estado, encargado de representar a los hijos de Gastón Lobos, no se presentó a una audiencia.

Gastón aún conserva una escena que atesora más allá de los expedientes.

-Un día cualquiera pasé donde un lustrabotas, de los que por años han trabajado frente a la sede del Gobierno Regional, y él me preguntó mi nombre y brotaron lágrimas de sus ojos. Me dijo que vio a mi padre cuando lo bajaron de un vehículo y lo hicieron entrar a la fuerza a la intendencia. Los dos creemos que fue para obligarlo a entregar la documentación guardada allí dentro.

Ninguno alcanzó a calcular qué día pudo haber sido. El lustrabotas, eso sí, dijo haber visto “al intendente Lobos”.