Algo estamos haciendo mal

por Ángeles Alemandi

Contra todos los pronósticos la Fundación de Periodismo Patagónico realizó la tercera edición de NAVE de No Ficción en Bariloche. Y fue increíble.

Las fotos a color son de Eugenia Neme.

Diciembre 2024

Ya no se ve el lago Nahuel Huapi desde los ventanales. Allá lejos están las montañas con los picos nevados, pero la oscuridad de la noche las cubre. Intensas, titilan las luces de la ciudad de Bariloche. Es la 1:35 de la madrugada, entramos al jueves 28 de noviembre en puntas de pie. Estamos en el Puerto San Carlos, a horas de que empiece NAVE de No Ficción.

Veo a dos de nosotros colgando telas negras que aparecieron a último momento, ayer, casi caídas del cielo. Necesitamos que los próximos días el sol no entre con toda tu potencia a lo que será la tercera edición de este festival que organizamos desde la Fundación de Periodismo Patagónico, porque si no, la pantalla que proyectará imágenes, videos, el documental que viene a presentar Alejando Bercovich, no se verá. No teníamos presupuesto para alquilar la pantalla LED que resolvería el problema, apenas habíamos podido comprar varios metros de friselina negra, cortados en forma de rectángulo, para tapar las ventanas, pero estábamos con dolor de estómago: quedaría horrible. Siete horas atrás, cuando llegamos al Puerto, se estaban retirando compañeros de la Universidad Nacional de Río Negro, en el mismo lugar habían realizado una colación de grado y el salón estaba decorado con inmensos paños de tela negra. Nos los prestaron. Fue un milagro. A esta altura ya están colgados, quedaron prolijos, delicados y serán una buena barrera de luz. Sobre ellos fuimos desplegando la obra Mapuche del fotógrafo Pablo Piovano. Más de 30 fotos extraordinarias que es otro arte colgar. Por eso aún estamos acá, a los gritos a ver quién tiene la tijera.


De pronto siento que todo se congela, como si este Puerto volviera a ser lo que por muchos años fue: una pista de hielo, y quedo helada, rodeada por decenas de sillas de plástico blanco, acompañada por el mejor y quizá el más minúsculo equipo de trabajo del mundo, en la previa de un sueño descomunal que ajustamos a la vida a fuerza de cinta bifaz, chinches y tanza. Convencida de que algo estamos haciendo mal.

La Fundación de Periodismo Patagónico nació en 2019. Una idea de Santiago Rey y Santiago Grau. Después me sumé yo. Y atrás mío llegó Vanina Wiman. Este año para el festival se incorporó Manuel Pérez Diez y nos volvieron a acompañar Luciano Videla, Eugenia Neme, Rodrigo Obreque. Defendemos un periodismo ético, comprometido con su tiempo, narrado desde el territorio. En estos años creamos un espacio de capacitación virtual, desarrollamos un portal de periodismo narrativo donde la región es contada por patagónicos y patagónicas, vamos por el sexto concurso de crónica, hemos publicado una antología, lanzamos una Diplomatura de Narrativas Creativas de No Ficción. Y hace apenas algunos meses decidimos hacer la tercera NAVE, con poquísimo recursos, ridículos diría. Contra todos los pronósticos, asumiendo un último gran riesgo. Último sí, porque lo anterior suena enorme, y lo es, pero lo cierto es que la Fundación, incapaz de estar ajena a la realidad del país, lleva meses desfinanciada.

Algo estamos haciendo mal, me digo allí, sin botas para patinar, sintiendo el ardor en las manos que se apoyan en el suelo para amortiguar la caída. Algo estamos haciendo mal si no podemos mantener en pie este proyecto alucinante. Algo estamos haciendo mal, me dije varias veces durante el año, si todos nos hemos visto forzados a buscar otros trabajos sólo para sostener este espacio. Algo estamos haciendo mal, dije, nos hemos dicho desde la Fundación, casi obligándonos a mirar más allá, sin quitar responsabilidades al contexto que se está llevando puesto tantos medios de comunicación independientes, pero en el intento de reinventarnos.

Dicen que de noche los fantasmas aparecen, las brujas se apoderan de los pensamientos, los miedos hacen de las sombras monstruos con lenguas capaces de devorarnos. Escribo detenida en la 1:35 de la madrugada del jueves 28 de noviembre. En minutos me iré, tremendamente cansada, sin dimensionar que a las 9 de la mañana del primer día de NAVE de No Ficción habrá muchas más personas de las que calculamos en el inicio del festival, que ingresarán a nuestro plato volador comunicadores y periodistas de provincias de todo el país, que cruzarán la frontera y llegarán desde Chile muchos colegas, que los vecinos de Bariloche no querrán perderse ninguna de las más de 20 actividades que se ofrecen con entrada libre y gratuita. Llegaré al departamento que alquilamos con un grupo de amigas, me meteré en la cama y me quedaré dormida muy rápido sin poder siquiera soñar que los próximos días Julia Mengolini llenará la sala, que Leila Guerriero será ovacionada, que con Alejandro Bercovich muchísimas personas ya no tendrán donde sentarse porque el Puerto estará copado. Ante la desolación de este año durísimo quedaré atrapada en las sábanas sin saber de la magia que nos espera con el taller de la poeta rionegrina Liliana Campazzo, con la crónica oral del pampeano Lautaro Bentivegna, con las presentaciones de libros del tucumano Exequiel Svetliza y el correntino Eduardo Ledesma, con el podcast en vivo de Plataforma Árida. No llegaré a calcular que este año la necesidad de encontrarnos es más fuerte que nunca y que quizá por eso nadie querrá perderse de escuchar al maestro Roberto Herrscher, a Paula Bistagnino, Juan Cristóbal Peña, Bárbara Tupper, Alejandro Seselovsky, Arturo Galarce, entre tantos otros periodistas brillantes. Ya fuera del estado de conciencia, profundamente dormida, no voy a soñar lo que luego despierta se transformará en el verdadero sueño: más de 1200 personas pasarán por nuestro festival y lo volverán el más escandaloso y hermoso de todos.

Pero lo cierto es que ahora, a la 1.35 de la mañana del jueves 28, con cinta adhesiva pegada a los dedos y una caja vacía de alfileres en el bolsillo, no tengo la menor idea de lo que está por venir.