De incoherencias estatales y abrazos al territorio mapuche

por Adrián Moyano

La comunidad Millalonco Ranquehue resiste, abrazada, la embestida -ahora judicial- del Ejército. Gente de la tierra acostumbrada a que el Estado la persiga

Mayo 2022

El abrazo simbólico, desde la banquina de la Ruta 82, hacia el lof

Martina Pichilef necesita apoyarse en un bastón para desplazarse y usa un audífono, pero igual hay que alzar la voz para que pueda escuchar. Vive en el barrio San Francisco III, en el este de Bariloche. El pasado sábado 21 de mayo debió tomar dos colectivos para ser partícipe del abrazo a la comunidad Millalonco Ranquehue, cuyo espacio territorial queda en la ladera oeste del cerro Otto. Gracias al siempre deficiente funcionamiento del Transporte Urbanos de Pasajeros, el traslado demandó unas dos horas, sólo de ida. Pero las convicciones de Martina están a prueba de inconvenientes mundanos. De hecho, cuando llegó, lamentó que no hubiera más gente.

Sin embargo, no era poca la que respondía a la convocatoria de la comunidad y de las Organizaciones de la Tierra. Es que la decisión del Ministerio de Defensa es incomprensible. Meses atrás, el juzgado federal con asiento en Bariloche falló a favor de los Millalonco Ranquehue en una causa que lleva 11 años y ordenó al Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) que le otorgue el título de propiedad comunitaria, es decir, dispuso que la dependencia del Estado que entiende en política indígena, cumpliera con el mandato constitucional. Como la Cámara Federal con asiento en General Roca desestimó la apelación del Ministerio de Defensa porque fue presentada fuera de término, la cartera que conduce Jorge Taiana elevó un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la misma que el oficialismo fustiga en repetidas oportunidades y con razón. ¿Coherencia?


Martina Pichilef y Marta Ranquehue - Foto José Luis Zamora. Gentileza comunidad Millalonco Ranquehue.

El pronóstico meteorológico no era alentador para aquella tarde de sábado. Llovió con poca fuerza de manera intermitente y el viento hizo saber que ahí estaba, pero la nieve que se anunciaba recién hizo su arribo a la madrugada siguiente, como para dar tiempo a la concentración. Entonces, algo más de 200 personas se hicieron presentes para abrazar a la comunidad, cuyo espacio territorial se alza a la vera de la Ruta 82, a unos 11 kilómetros del centro de Bariloche. Cuando Marta Ranquehue advirtió la llegada de Martina, sonrió y las dos mujeres se fundieron en un prolongado abrazo. Llevan décadas de afirmación mapuche, de ratificación de la identidad, de luchas interminables y no sólo judiciales. Durante el pequeño trawün (encuentro) que se desarrolló antes de simbolizar el abrazo sobre la banquina cercana, la anfitriona dijo con orgullo que trabaja de empleada doméstica. ¿Sabe el Ministerio de Defensa los derechos de quiénes está negando? A través suyo, el Estado se ensaña una vez más con los estigmatizados, los negados, los invisibilizados…

Pedrero Alto

En el proceso de reconstruir su memoria, los Ranquehue se remontan hasta Rómulo, tatarabuelo de Marta y sus hermanos. Calculan que nació alrededor de 1870, en territorio que, en la actualidad, forma parte de la jurisdicción de Bariloche. Pieza clave en la reconstrucción identitaria fue Alejandro, nieto de Rómulo y de Rosa Uyoa. Alejandro falleció en 1991 y a su vez, fue abuelo de Marta, la werken (emisaria o mensajera) que más persistentemente hoy da la cara por su gente. Su partida de nacimiento consigna 1919 pero hay que dudar de esa fecha, porque solía confiar que fue a inscribirse por sus propios medios. El apellido del linaje remite sin mayores dificultades a los rankülche (gente del carrizal) y sus descendientes recuerdan que Alejandro acostumbraba a decir: “Los ranqueles son mis parientes”. La inolvidable Silvia, hija suya y de Antonia Millalonco, nació en el paraje en 1940 y testimonió que su padre había participado de la construcción de la Avenida de los Pioneros, trazado que aprovechó la huella que tanto él como otros pobladores habían dibujado con sus carros previamente. Antes de que en el lugar se instalara la gruta religiosa y comenzara a llamarse Virgen de las Nieves, se denominaba Pedrero Alto. A fines de los años ‘90, la machi Teresa Painequeo averiguó durante un kuymün (trance), que el nombre mapuche del cerro Otto es Wenu Lafken (Lago de arriba), en referencia a la antigua presencia de un espejo de agua que hoy ya no está.

Alejandro también participó en la apertura del Camino Viejo al cerro Catedral y acostumbraba a mencionar que donde se erige el Centro Cívico “estaba lleno de michayales” (por la presencia de michays) y que la primera comisaría del pueblo se construyó a “palo pique”. Sus nietos recuerdan que, durante su infancia, les enseñó “a no lastimar los árboles, no tirar piedras al agua y no maltratar a los animales”, rasgos inconfundibles de la idiosincrasia mapuche tradicional. En cierta ocasión, niños y niñas se ganaron su reprimenda cuando intentaron limpiar una vertiente que baja del cerro. Alejandro les dijo que “el dueño del agua -el ngen ko- se limpia solo”. También recuerdan sus descendientes que, en las madrugadas del 24 de junio, mucho antes de que se recuperara el término wiñoy tripantü (vuelve la salida del Sol), los levantaba de la cama antes del amanecer para ir a lavarse al arroyo, costumbre de renovación personal que coincide con el arranque de un nuevo ciclo de la naturaleza.

Alejandro Ranquehue y Pedro, su hermano menor

Todas estas circunstancias y muchas otras tuvieron lugar durante más de un siglo en el espacio territorial que reivindica la comunidad, mientras el Ministerio de Defensa ni sabía dónde quedaba el Wenu Lafken. De hecho, la conformación de la Agrupación Militar Bariloche data de 1937 y se instaló en los alrededores de Puerto Moreno. Estas alternativas pueden leerse con mayor amplitud en mi libro “Crónicas de la resistencia mapuche” (2007), que se publicó cuando la derecha neoliberal anti-mapuche ni siquiera podía ubicar el lago Gutiérrez (Karü Lafken) en el mapa.

El Ejército nunca estuvo”

Cuando hizo uso de la palabra antes del abrazo propiamente dicho, Marta Ranquehue confió que su abuelo murió en la pobreza, en el barrio Virgen Misionera. Recordó que antes de mudarse ante la permanente hostilidad del Ejército, poseía 80 vacas, ovejas y animales de corral. “Yo pasé bien mi infancia y mi adolescencia, pero cuando nos tuvimos que ir de acá, empezaron la pobreza y el hambre”, compartió, ante la mirada absorta y la escucha atenta de dos centenares de personas, la mayoría, no mapuches. “La que nunca se fue, fue mi mamá”, la aguerrida Silvia. “Pero el Ejército nunca estuvo acá”. De ahí que es falso afirmar que la fuerza armada “deberá entregarle tierras del Estado a los mapuches”, como tituló un influyente medio capitalino. Nadie puede entregar aquello que nunca poseyó.

Además, si se trata de llamar la atención sobre algún despojo, quizás haga falta recordar que, por primera vez en su historia, el Ejército Argentino llegó a las inmediaciones del lago Nahuel Huapi en abril de 1881, en el marco de la llamada Campaña al Desierto y mientras cometía hechos genocidas. Durante la última dictadura militar, la junta se encargó muy especialmente de celebrar el centenario de aquella usurpación. Es muy llamativo que un ex detenido de aquellos años, como Taiana, ahora digiera sin mayor reflexión el discurso derechista según el cual el Ejército es la víctima y un conjunto de familias mapuches, los victimarios.

Semanas atrás, Marta le confiaba al cronista su hastío ante el hostigamiento mediático y la insensibilidad gubernamental. “Yo no tengo tiempo de redactar un comunicado de prensa. Además de trabajar, después junto rosa mosqueta y a la tarde tengo que cuidar las ovejas”, describía. Además, en la zona de su vivienda la señal de la telefonía celular no es de las mejores y, por otro lado, pocos son los medios periodísticos dispuestos a reproducir los pronunciamientos mapuches. En cambio, si Patricia Bullrich arenga con una frase mentirosa del tipo “que el Ejército deje de ceder tierras”, imposible no enterarse. Así de desigual la contienda, así de injusta la trama, así de incoherentes el Estado y quienes deciden en su nombre.

Al comienzo del trawün

En el flyer con que se convocó al abrazo, podía leerse que, para el caso de la comunidad, Memoria implica tener presente que “el pueblo mapuche sufrió genocidio”; Verdad, que “Millalonco-Ranquehue vive, vivió y vivirá en este territorio” y, por último, que Justicia es “título comunitario ya”. Con su bastón a cuestas y su andar fatigoso, Martina Pichilef recorrió media ciudad para abrazar y dejarse abrazar. Junto con Marta y muches otres, llevan décadas de afirmación mapuche, de ratificación de la identidad, de luchas interminables. Conociéndolas, sé que no van a aflojar ni tranco de pollo, pero, ¿no son capaces de ver en los ministerios y juzgados que largamente se merecen algo de reposo?.