Tierra prometida - Carolyn Riquelme
Poeta barilochense, sus versos aparecen en muchas antologías. En 2001, la editorial “Revuelto Magallanes” publicó su libro de poesía “Andreas y Jardines” y en 2017, Espacio Hudson, publicó “Señas”. A través de las palabras, en cada uno de sus poemas, insiste en descifrar lo que lastima, enuncia aquello que atrae al miedo, lo deja secar a la luz de los días.

Macky Corbalán enuncia, ella, Pasajera de arena: “Hay aquí un paisaje desconocido a la memoria/ Un carrousel que gira sin niños/ Gritos que, a fuerza de pavor, han quedado mudos/ Colillas que enciende la tarde y/aves que no levantan vuelo, sobresaltadas/ hurgan en los ojos/ se adueñan de la casa”.
Las poetas acostumbran a hermanarse en ciertas intenciones. En esta hermandad hoy: Carolyn Riquelme. Insiste en descifrar lo que lastima, enuncia aquello que atrae al miedo, lo deja secar a la luz de los días. Invita para que en ese transcurrir, se vean los rastros de amor salvando cada indicio de vida, limpiando el aire, los cuerpos; avivando el recuerdo, encendiendo las casas, buscando alimento. No evita palabras para hurgar en la belleza, no olvida, no es obsecuente, detecta los fragmentos que parecen ocultarse en el ruido de las cosas, y ese trabajo paciente, amoroso, se ve en la búsqueda minuciosa del lenguaje. Poesía que llega punzante y clara al centro exacto del tiempo donde se materializa el poema.
Andamiada IV
Las mujeres conversan después de los quehaceres
preparan mate y roban galletas reservadas a los niños
Se cuentan los nacimientos
las muertes
los enfermos
El inventario es preciso:
no desmerecen detalles ni lástimas por la pobre gente
por nosotras pobres
mirá lo que nos ha tocado
Recuentan las muertes con adjetivos preciosos
Andamiada V
Y así pasan los días
Escandalosas las mujeres
van gritando de una habitación a otra
mientras friegan
Nadie las escucha pero ellas
ponen las leyes en su reino
Dolores oscuros a veces las silencian
ellas cuidan los enfermos
limpian heridas
sacan la mugre
ellas crían los hijos que nadie quiere
los hacen crecer
les vigilan la fiebre y las palabras nuevas
ellas van a los entierros
apenas se enteran planchan el vestido de luto
matan algunas gallinas corren a la huerta
y preparan la comida para los dolientes
consuelan porque de eso saben
Andamiada VI
Las mujeres que viven de negro
a veces mueren
a sus entierros va todo el pueblo
las vecinas llevan flores cortadas de sus propios jardines
¿cuidarán sus flores para cuando mueren ellas?
Los hijos de crianza las llaman tías, mi tiíta dicen
como si dijeran amparo
comida caliente
vueltos de mercado para golosinas
y los enfermos se retuercen en sus catres
perturbados
¿quién velará por nosotros ahora?
Pero los hijos de sus vientres
siempre estamos lejos
las mujeres
nos mandaron a la ciudad
para que no seamos como ellas
Cuatro
I
Él tenía sed
Esa era su única posesión
Sed que le brotaba garganta abajo, hasta la orina
Sed, maldita y propia
II
Precipicio de sexo y muerte
y un país ajeno
Posesiones para enumerar en los bordes del amor
Y la soledad, esa rotura
que se le hizo en la infancia
Y la belleza
III
Él era un hombre en el desierto
Ventolera de rabia
Tuvo que elegir
Y escogió la brisa en las manos de una mujer
que está en calma
cuando termina el día
IV
Soy la que recolecta días:
horas minuciosas de amor y de asombro
Ciega, en resplandeciente oscuridad
Madrecita en las rajaduras de la ceguera
En este lado sur
del territorio
el desamparo
es una premonición exacta
aprendemos a adivinar la soledad
pero a veces
nada
es tan perfecto
como el subsuelo
cuando se enciende
De papel
I
Y llovió toda la tarde
Nosotras creamos mundos
los cortamos del papel
los coloreamos
pegamos partes, pensamos los detalles
Hoy hicimos un molino rojo
Un tractor
Una laguna
Y todos los animales que encontramos en las cajas
festejaron con nosotras
las horas lluviosas
y el amor
II
El viento no se cansó de golpear la ciudad
Hasta las montañas parecían oscilar entre las nubes
Nosotras nos hicimos un día calmo
con papel, tijeras y pinceles
Colgamos con hilos la maravilla
de construir el mundo
así, como quien lo imagina perfecto
y sale a la calle
con otros
a fundarlo
Porque
I
Porque arde
frente al viento estamos
primitivos
despojados de recovecos en la lengua
Y solo el grito
se queda aullando: perro solo en el centro de los huesos
solo
ese silencio de perro solo en el centro de los huesos
y nosotros
II
La claridad de quien espera
que el árbol crezca
Y que las raíces crezcan
Y sean las manos las que tiñan las piedras y los hilos
del cuerpo
el desasosiego del centro del cuerpo
bajo el árbol
que da sombra y raíz
a bocanadas
cuando el desierto embravece
y ladra
III
El pájaro que se acuesta en mis costillas
como si yo fuese nido de cesantes
me ataja el respiro. Lo aprieta
y su dolor en mí es música que interrumpe
Y quema
Inéditos
Del orden de la pasión
I
La calle se abre fría ante el vértigo
El paso y la caída son hermanas que van de la mano
La negación del abismo es
esa piedra (la piedra diminuta la que
destella
y da contorno)
Ese trazo de los habitantes de la calle
como dibujos estremecidos
(latientes
en los ojos de un niño
que no reverencian el cerramiento de la línea
ni el afuera
ni el adentro)
la piedra
destella un cerco para no arrojarse
así el amor
así
II
Tus ojos nuevos
alumbran
el espejo de agua que deja mi cuerpo
Y así el mundo
(ese sin sentido que se revuelca en llamas)
se vuelve desnudo
y cierto
cuando caminamos con el viento y el amor en la frente
como si viento y amor fueran lo mismo
Una línea
“Antes que la religión, el amor/ es materia de fe.”
Macky Corbalán
Un cuerpo en la línea del equilibrio
El margen del caos/ la ruptura
Sobre él, el cuerpo atado al cielo
Bajo él, el cuerpo/ su sangre echa raíz en la sal
de la fosa marina
Cuerpo roto en tres/
mil
cuerpos
rotos
ponen sus ojos/ como luz
en el corazón de otro
y es fe/ el amor
que esperan
(Sín título)
Sean amados
míos
corales rojos en la profundidad
Sean dientes de león en la ráfaga
semilla digerida por el zorzal o miel en el rayo luminoso de una obrera amarilla
que la calle es una cuerda que estruja
que la calle es filo nacarado
que la ciudad es agua hirviendo y fuego
y que la mano necesaria se demora
No llega no alcanza a llegar
Carolyn Riquelme nació en 1973, y reside en San Carlos de Bariloche, Río Negro. Textos suyos fueron publicados en “Marcas en el Tránsito”, antología reunida por Graciela Cros (Ediciones Último Reino, 1995); en “Desorbitados: poetas novísimos del Sur de la Argentina” compilación realizada por Cristian Aliaga (Fondo Nacional de las Artes, 2009); en “Poesía/Río Negro- Antología consultada y comentada Volumen II (FER, 2015), “Patagonia literaria VI- Antología de poesía del sur argentino” (Estudios culturales del cono sur, Inolas Publisherds, 2019) antología a cargo de Claudia Hammerschmidt /Luciana Mellado y en “Transversal-Poesía contemporánea de Río Negro” compilación realizada por Graciela Cros (FER, 2019). Fue compiladora de la antología poética de Ramón Minieri 1982-2015: “La escuela de las aves” (Espacio Hudson, 2017). En 2001, la editorial “Revuelto Magallanes” publicó su libro de poesía “Andreas y Jardines” y en 2017, Espacio Hudson, publicó “Señas”.