Los pueblos que los feminismos no se pasaron

por Emiliana Cortona

El triple femicidio de Lara, Morena y Brenda reinstaló la potencia feminista para denunciar la violencia patriarcal. Pero también volvió la estigmatización machista revictimizante. ¿Qué pueblos se pasaron los feminismos? ¿Fernández Oro, donde secuestraron y mataron a Otoño Uriarte? ¿Cipolletti, donde asesinaron a Agustina Fernández? ¿Santa Rosa, Plottier, Bariloche?

Septiembre 2025

Esta semana recibí mensajes que hacía tiempo no me llegaban: “¿Vamos a la marcha?”. La crueldad del triple femicidio de Florencio Varela despabiló a un grupo de WhatsApp que ya tenía polvo. “¿A qué hora es?”. Mis amigas no se llaman a sí mismas feministas, no leyeron a Butler ni a Segato, pero el horror las eyectó. La brutalidad les actualizó el temor de que Lara Gutiérrez, Morena Verdi y Brenda del Castillo pudieran haber sido sus hermanas, sus primas o sus alumnas. “¿Dónde nos encontramos?”, insisten. En nuestra ciudad, Neuquén, la convocatoria fue el jueves y se sumó el reclamo por el femicidio de Jessica Scarione de hace menos de un mes, la desaparición de Luciana Muñoz desde hace más de un año y la aparición del cuerpo de una mujer, aún sin identificar, en un basural.

La noticia del triple femicidio fue un yunque: tres chicas de 20 y 15 años fueron torturadas, mutiladas, asesinadas y enterradas. Y todo ese horror, transmitido por redes sociales. Brenda trabajaba en un kiosco. Morena era su prima y Lara vivía con su abuela. Las tres deben haber tenido sueños y proyecciones, como los tuvimos con mis amigas cuando teníamos su edad.

Los medios de comunicación se ensañaron con ellas. Hicieron foco en que se prostituían, en que se subieron, sin ser obligadas, a la camioneta que las desapareció. Las culparon, en definitiva, de su propio asesinato.

El gobierno de Javier Milei fue el que desmanteló las políticas estatales y áreas clave para la lucha contra la violencia de género. Sin embargo es a los feminismos y transfeminismos a quienes más se les reclama. ¿Dónde están las feministas? ¿Qué hacen? ¿No defienden a tal mujer? El reclamo más extendido fue decir que exageraron con sus exigencias, que cruzaron límites, que se pasaron tres pueblos.

¿Qué pueblos? ¿Plottier por ejemplo?, donde Alfredo Emilio Escobar violó, mató y mutiló a Cielo López en 2019; ¿Bariloche?, donde este año María Soledad Poblete fue asesinada en su casa a pocas cuadras del Centro Cívico; ¿Cipolletti?, donde fue asesinada la estudiante de medicina Agustina Fernández en 2022 en el mismo edificio donde vivía.


El mecanismo de culpabilizar a la víctima no es novedad. “Los medios de comunicación ponen el problema en las chicas, no en el sistema ni en los victimarios. Esa es la reacción típica patriarcal”, analiza Daniela Heim, directora de la especialización en Género y Teorías Jurídicas Feministas en la Universidad Nacional de Río Negro, “culpabilizar a la víctima, dejar entrever la idea de ‘algo habrán hecho’ es una estrategia típica del patriarcado. Las víctimas en realidad no hicieron nada. Fueron utilizadas como botín, como objeto de consumo, como desechos humanos, como vehículo para enviar un mensaje aleccionador, aterrador, de reivindicación de una masculinidad patriarcal y violenta”.

En las redes sociales circuló otro tipo de información: economistas, sociólogas, politólogas, periodistas, activistas feministas —muchas corridas de los horarios centrales de la TV y radio— llenaron X e Instagram con opiniones, estadísticas y explicaciones. Un magma que recordó el 2015, 2018 y 2020, momentos de fervor de los feminismos en nuestro país.

“Lo que pasó en Florencio Varela fue un triple femicidio no íntimo”, explica Heim. “Este tipo de femicidios”, continúa, “son los que se producen en contextos de narcotráfico, prostitución y trata de personas con fines de explotación sexual. La percepción de las mujeres también cambia. En los femicidios íntimos, es decir interfamiliares, lo que prevalece es la idea de la mujer como propiedad o posesión, en los no íntimos prevalece la idea de la mujer como objeto de consumo y desecho”.

¿Qué pueblos se pasaron los feminismos? ¿El Bolsón?, donde Julio César Gutiérrez asesinó a Carolina Calfulaf recién mudada de Belisle, Valle Medio; ¿Catriel?, donde fueron asesinadas Cintia Vergara la mañana del 20 de abril de 2014, Agustina Atencio de 17 años encontrada en el río Colorado y Patricia Rendón Rodríguez en junio del 2022; ¿Fernández Oro?, donde secuestraron y mataron a Otoño Uriarte.

Hay quienes dicen que este tipo de femicidios son nuevos en Argentina pero el observatorio de Mumalá los viene registrando desde hace años. Según sus estadísticas entre 2020 y 2025 se registraron 196 vinculados al narcotráfico. También lo hace el Observatorio Lucía Pérez que los nombra como “femicidios territoriales” y los define así: “son aquellos femicidios que no hablan de vínculos de pareja, sino de tramas de narcocriminalidad e impunidad territorializadas, con participación de agentes estatales tales como policías, gendarmes y fiscales”.

También ONU Mujeres viene advirtiendo sobre la existencia de los femicidios no íntimos en Argentina. De hecho, en 2021 publicó un informe, del cual Heim fue parte, y en el que se demostró que hay un subregistro de este tipo de femicidios. “En pocos meses tuvimos un índice cuatro veces superior al índice registrado por la Corte Suprema de Justicia que tenía registrado un 7% de femicidios no íntimos y a nosotras nos dio un 11% del total de femicidios”, analiza.

Según el estudio de ONU Mujeres, Neuquén, Río Negro y La Pampa son las tres provincias de la Patagonia con más proporción de casos de femicidios no íntimos sobre el total de femicidios. Entre 2012-2020 en Neuquén los femicidios no intimos representaron un 23,1% (ocupa el quinto lugar a nivel país) sobre los íntimos; en Río Negro un 20,8% (octava a nivel país) y en La Pampa un 18,2% (decimoprimera). En Santa Cruz, Chubut y Tierra del Fuego tienen menos incidencia: 14,3%, 12,9% y 0,0% respectivamente.

¿Santa Rosa?, donde desde hace más de 20 años se busca a Andrea López porque el femicida Víctor Purreta, aunque cumple condena, no dice dónde la enterró.

Lejos de pasarse pueblos, la realidad indica que es necesario que los feminismos y transfeminismos insistan. Vuelvan a decir que ni la ropa que vestían, ni con quien se juntaban, ni a qué auto se subían, justifica ningún tipo de violencia. También que vuelvan a explicar que toda muerte violenta de una mujer debe investigarse como femicidio porque, como dice el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), es la única forma de trabajar desde el inicio analizando el contexto, preservando las pruebas, asegurando la coordinación institucional, protegiendo el derecho de las víctimas y sus familias y siguiendo todas las líneas de investigación. O que vuelvan a poner en contexto la violencia con la que vivimos en Argentina: que cada 35 horas una mujer es víctima de femicidio, muchas veces después de haber pedido ayuda. O también que vuelvan a remarcar que la violencia contra las mujeres no es un fenómeno aislado, sino una estructura de poder.

¿Trevelin en Chubut?, dónde Alexia Johana Saéz, de 31 años, el año pasado fue apuñalada por su expareja en la puerta de su casa.

También que vuelvan a enseñar que la violencia no afecta a todas por igual. La Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres del Ministerio Público Fiscal de la Nación en 2018 lo decía así: la intersección entre desigualdad de género, juventud, territorio y criminalidad organizada aumentan la vulnerabilidad. En contextos de crisis como el que vivimos —el 38,1% de la población argentina es pobre y según el Indec afecta a 6 de cada 10 mujeres— hay quienes se sostienen con lo que pueden, y el narcotráfico es para algunos sectores, una salida, una manera de sobrevivir.

¿Tolhuin en Tierra del Fuego?, donde en 2022 encontraron en un corral de cerdos a la médica María Alejandra Accetti asesinada por su pareja; ¿Caleta Olivia en Santa Cruz?, dónde en mayo de este año Antonella Aybar, estudiante de la carrera de Enfermería, murió apuñalada por su novio.

Mis amigas vuelven a marchar. La energía burbujea y se vuelve a sentir la fuerza de las calles del 2015, del 2018, del 2020. Se impone la necesidad de exigir justicia por Lara, Morena y Brenda. También por Jessica y Luciana. De levantar carteles, de volver a atar el pañuelo verde a la mochila, de hacer posteos en redes sociales, de discutir en las aulas, en los trabajos, de volver a ser parte, en definitiva, de un movimiento que lo quiere cambiar todo.

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