Crónica VIII: Alegar

por Santiago Rey

Se acerca el final. El juicio por el asesinato de Rafael Nahuel entró en zona de alegatos. A fin de mes se conocerá la sentencia. Llorar y escribir.

Noviembre 2023

- Crónica I: ¿Dónde empieza la locura?

- Crónica II: La Encrucijada

- Crónica III: Los medios y el azar

- Crónica IV: Las incógnitas y los sueños

- Crónica V: Marcas en los cuerpos

- Crónica VI: Tanta muerte

- Crónica VII: Certezas y una guitarra


Soy Graciela Salvo, mamá de Rafita.

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Alegar: Exponer argumentos o razones que sirven para demostrar o apoyar una cosa que se dice o para defender algo que se ha hecho.

(Oxford Languages, Google)

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Martes 7 de noviembre. En el café Valentino, esquina General Roca y Tucumán, espacioso, moderno, mesas de hierro negro y madera, mozas de camisa blanca y atención esforzada, desde bien temprano los abogados que representan a la familia de Rafael Nahuel dan los últimos toques al alegato que leerán dentro de unas horas.

En la distribución de turnos, a esta querella le toca participar en tercer lugar, probablemente mañana. Rubén Marigo, Ezequiel Palavecino, un abogado que veo por primera vez, y un referente de la APDH que sigue el caso al minuto, toman café y comen medialunas. Sobre la mesa tienen una carpeta de tapa transparente. “Alegato”, dice en la primera página.

-¿Me la prestan así adelanto trabajo? -les digo.

En este café desayuno y almuerzo cada uno de los días de las 22 audiencias del juicio. Cada martes y miércoles me siento en sus sillas, eligiendo mesas junto a alguna ventana. Aquí, en la computadora empiezo a convertir los apuntes y desgrabaciones en las notas que envío para la agencia Télam. Y boceteo las crónicas para En Estos Días que luego terminaré en Bariloche.

No me dan la carpeta de tapa transparente. No adelanto trabajo y escribo estas líneas.

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Alegar: Dicho de una persona: Citar o traer a favor de su propósito, como prueba, disculpa o defensa, algún hecho, dicho, ejemplo, etc.

(RAE)

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Miércoles 8. Graciela Salvo se sienta frente al Tribunal y dice: “Soy Graciela Salvo, mamá de Rafita”.

“Mamá de Rafita y no estoy muy conforme porque los asesinos no están dando la cara, ellos tienen que estar presentes y dar la cara”.

Con la misma remera blanca con la que se ha presentado a cada audiencia, la que en el frente tiene la foto de su hijo y en la espalda el pedido de Justicia, se sienta de cara al Tribunal. Los anteojos gruesos, rojos, las manos sobre las piernas, ante los señores de traje y corbata, Graciela dice que no está conforme, no dice enojada, no dice caliente ni repodrida, no dice los quiero matar. Dice que no está conforme, que los Albatros que le arrebataron a su hijo nunca viajaron a Roca y sólo participaron por Zoom de las audiencias, que la Justicia se los permitió, que destruyeron su familia, que a Rafael se lo entregaron en un cajón. Y que el día de su cumpleaños, “dos o tres días después” del asesinato, dice, lo estaban velando.

Habla con franqueza, sin apelación a la épica, sin regodeo en su condición de víctima, despojada de la preocupación por la mirada ajena. Es ella pudiendo hablar, y siendo escuchada.

“Pido condena de perpetua, que sean encarcelados, que no estén en la casa”, dice, se queja de que los cinco Albatros “tengan su libertad”.

Desde hace casi seis años repite que pide “Justicia por Rafita”, ahora agrega que eran “una familia feliz con Rafita” que “era un chico que no se merecía que muriera en eso de las tierras”. En eso de las tierras dice por toda explicación del conflicto territorial que llevó a Rafael a adentrarse en la comunidad Lafken Winkul Mapu en Villa Mascardi con una mochila cargada de milanesas y algo de ropa de abrigo para los mapuches que habían quedado dispersos por la montaña luego del desalojo del 23 de noviembre de 2017.

La voz tranquila, pero firme, sin apenas moverse, la cara seria, dice: “Para Navidad, los cumpleaños, el día de la madre, es un dolor muy grande para mí”.

No llora.

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El que llora es Rubén Marigo. El abogado flaco, alto, que le da lucha a sus 74 años, recientemente jubilado, que en el tramo final de su paso por la Justicia y durante algo más de diez años ocupó el cargo de Juez de un tribunal laboral, pero que dedicó buena parte de su carrera a defender causas de derechos humanos, que representó a víctimas de violencia institucional, a víctimas de la dictadura, llora.

No a lágrima tendida, pero llora cuando quebrado después de escuchar a Graciela dice “si estamos acá es por la fuerza de los padres de Rafita”.

Lo dice antes de iniciar el alegato de la querella que representa a los padres de la víctima. Es miércoles 8 de noviembre. El juicio entra en su tercer mes y en tiempo de definiciones. Antes de que termine el mes, el Tribunal dará a conocer su veredicto.

Marigo y Palavecino leen e improvisan su alegato. Palavecino da contenido técnico al pedido de prisión perpetua para los cinco Albatros como responsables del delito de homicidio agravado por el uso de armas y el odio racial en concurso ideal con homicidio agravado en grado de tentativa.

Unos días antes del alegato, Marigo me había dicho que este sería su último juicio, su última causa, que ya está bien. Y cuando le toca hablar ante los jueces relega las formas tradicionales de los alegatos, olvida las formalidades de las solicitudes de condena. En cambio, repasa el contexto represivo del gobierno de Mauricio Macri y Patricia Bullrich (2015-2019), de la construcción del enemigo interno que el relato oficial hizo de los mapuches, de la criminalización, habla del derecho constitucional a la recuperación territorial por parte de los pueblos originarios, de la necesidad de enmarcar el caso en un hecho de violencia institucional, y dice sobre el final de su alegato: “No dejar impune este tipo de delitos es sostener las consignas de memoria, verdad y justicia. Hay 30 mil compañeros desaparecidos que apoyan esta bandera. Le digo a Graciela que tuvo que esperar seis años, que ella nos dio la fuerza para estar acá. Vamos a seguir hasta la cadena perpetua. Que les quede claro a Graciela y a todos, en este tipo de delitos no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos”.

Por primera vez en el juicio, los aplausos llenan la sala. Marigo se levanta. Yo me levanto de la silla que ocupé en cada audiencia. Marigo tiene los ojos llenos de lágrimas. Yo tengo los ojos llenos de lágrimas. Nos abrazamos.

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Alegar: Exponer méritos, servicios, etc., para fundar en ellos alguna pretensión.

(RAE)

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A los 14 años comencé a marchar con las Madres en la Plaza de Mayo, en el ‘86. Milité en partidos de izquierda, tengo formación ácrata. A lo largo de 34 años de periodismo dediqué cientos de notas a denunciar violaciones a los derechos humanos, violencia institucional, corrupción, investigué, erré, acerté. Desde hace casi seis años dedico un tiempo de cada día a este caso.

En la primera de esta serie de crónicas sobre el juicio advertí que tengo con Marigo una relación de vieja data, que como integrante de la APDH me representó gratuitamente en varias causas iniciadas por funcionarios debido a investigaciones periodísticas que realicé. Y que siempre sin cobrarme, convencido de la veracidad de esas investigaciones y la necesidad de garantizar la libertad de expresión, puso a disposición su tiempo. Y que esperaba lograr ser imparcial con su tarea en este juicio.

Estoy íntima y profundamente convencido de la exactitud de los argumentos de las querellas que solicitaron la prisión perpetua para los responsables de la muerte de Rafael.

Luego del alegato, luego de llorar, luego de abrazar a Marigo, mandé audios a mi compañera y a mis más queridos amigos y amigas diciéndoles que creía que debía dejar el periodismo, que había perdido toda distancia lógica, que estaba muy sensible, que por ese motivo no podía encontrar el tono de estas crónicas. Me alentaron a seguir. Y aquí estoy.

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Alegar: Exponer, citar, de lex, legis, la ley.

(Diccionario etimológico de la lengua castellana)

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Miércoles 7 de noviembre. Comienzo de los alegatos. Mariano Przybylski expone su alegato durante 2 horas y 45 minutos. Es el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y esta vez lo acompaña el titular de ese organismo, Horacio Pietragalla Corti. Hijo de desaparecidos, el funcionario roza el metro 95, viste traje impecable, un tostado veraniego que contrasta con el corto pelo cano. Recuperó su identidad en 2003, convirtiéndose en el nieto restituido número 75. Desde su cargo ha acompañado la pelea por justicia en el caso de Rafael Nahuel y otras luchas similares, aunque quedó discursivamente embretado cuando el gobierno que integra cumplió la orden de desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu el 4 de octubre de 2022, finalizando así la tarea que había iniciado Patricia Bullrich en 2017.

Pietragalla Corti se sienta detrás de Przybylski y no habla. Escucha las casi tres horas de alegato y pide hablar con la prensa una vez que finalice la intervención del abogado. Luego dirá que quedó comprobada la persecución y cacería por parte de los Albatros, que está demostrado que no existió un enfrentamiento con armas de fuego y que sería justo que el Tribunal concuerde con el pedido de la querella.

Przybylski abre el turno de los alegatos. Pide prisión perpetua para Cavia, Pintos, Obregón, Sosa y García, por el delito de homicidio agravado por el uso de armas de fuego, la pertenencia de los involucrados a una fuerza de seguridad y el concurso de dos o más personas, en concurso ideal con homicidio agravado en grado de tentativa.

Escribo para Télam que el abogado dice que en el accionar de los uniformados existió dolo, es decir intención de matar, ya que "desobedecieron las órdenes de esperar refuerzos y subieron con armas letales a la montaña", a la "búsqueda de los mapuches".

Explica que, si bien al requerir la elevación a juicio había apuntado como único autor del asesinato a Cavia, “durante esta etapa oral del juicio quedó clara la coautoría” del resto de los imputados. En la nota para la agencia de noticias, agrego: “‘Quedó acreditado que el tiro fue realizado por el efectivo Sergio Cavia’, afirmó Przybylski, pero planteó que resulta ‘irrelevante quién disparó mortalmente’ ya que el grupo comando actuó coordinadamente para cometer el asesinato y luego para encubrirlo.

‘Los cinco imputados decidieron ir con armamento letal, el que menos disparó lo hizo 25 veces con munición letal a las personas que estaban huyendo. Dispararon con intención de matar, si no, hubieran disparado al piso, al aire. Lo sabemos porque a Nahuel lo mataron, a Johana (Colhuan) y Gonzalo (Coña) los hirieron. Ahí estaban direccionados los disparos, a matar, a zonas vitales. Por eso decimos que tuvieron esa intención’, argumentó el abogado.

También se detuvo en lo aportado por la inspección ocular realizada el pasado 24 de octubre que permitió determinar el lugar exacto donde fue asesinado Nahuel y donde se encontró la mayor cantidad de las 31 vainas servidas.

En ese sentido, planteó que quedó demostrada la ‘persecución’ unos 750 metros más allá del límite del predio donde se había instalado la comunidad.

El abogado cargó también contra la figura del ‘exceso de legítima defensa’, incluida como atenuante en la elevación a juicio.

‘Cuando nunca se estuvo en un escenario de legítima defensa, no existe la posibilidad’ de invocarla’, dijo Przybylski y agregó: ‘Se acreditó en el debate que nunca existió el escenario de legítima defensa de los imputados. Armas de fuego (en manos de los mapuches) no había; la agresión ilegítima citada fueron las piedras que arrojaron los miembros de la comunidad’”.

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Si finalmente por aquello de la distancia y el tono, ya no fuera periodista (y aún siéndolo), preferiría ser poeta. Preferiría poder escribir, por caso, este poema de Juan Gelman:

Se sienta a la mesa y escribe
“con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice.

Y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán.

No ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos.

Ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos.

“Con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice
se sienta a la mesa y escribe.

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Me sorprende la cantidad de acepciones y definiciones que surgen de la palabra alegar, tanto de la Real Academia Española, tanto de las opciones de google.

Por caso. Disputar, altercar.

(RAE)

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Miércoles 8. En la familia hay expectativa de que el alegato del fiscal se haga eco del pedido de las querellas, que desista de sostener el atenuante del exceso en legítima defensa, que vaya por el homicidio agravado, por la prisión perpetua. Pero el fiscal Rafael Vehils Ruiz interpreta que las pruebas puestas en juego durante la instancia oral y pública no pudieron conmover la carátula de la elevación a juicio, y si bien reconoce que ningún elemento es concluyente, los “indicios” permiten establecer que entre los Albatros y los mapuches hubo un enfrentamiento con armas de fuego.

Antes de detallar los porqué de su pedido de sólo cinco años de prisión para los cinco responsables del asesinato, Vehils Ruiz responde críticas de las querellas, advertidas de la posición del Ministerio Público Fiscal. Dice que “tiene una obligación de la cual no se puede apartar” que es “el eje rector” de su tarea: “la objetividad con la que se analizan los distintos elementos probatorios”. Dice: “Me llama poderosamente la atención el haber escuchado que si el Ministerio Público no sigue los lineamientos de determinadas posiciones estaría no haciendo Justicia, estaría denegando Justicia, estaría en contra de los intereses de la comunidad mapuche. Esto no solamente no es cierto, no lo voy a permitir, porque acá lo que interesa es la verdad real de lo que sucedió”.

Y para Vehils Ruiz, de porte grande, de traje algo desaliñado, de barba desprolija, la “verdad real” es que los integrantes de la comunidad atacaron a balazos a los Albatros. El fiscal da crédito a los dichos de los acusados, que son los únicos que sostienen esa teoría. En un juicio, para los procesados el silencio es un derecho y también lo es la mentira. En todo proceso judicial, los acusados tienen derecho a no decir, o a decir falsedades. Pero Vehils Ruiz les cree.

El fiscal considera que los audios de whatsapp que los uniformados dejaron minutos antes del secuestro de sus teléfonos celulares -de los cuales ya hablamos en estas crónicas-, así como sus testimonios en indagatoria, sumado a la presencia de una partícula de pólvora en las manos de cada uno de los mapuches involucrados -el propio Rafael, Lautaro González Curruhuinca y Fausto Jones Huala- descartando la posibilidad de contaminación o transferencia, son elementos suficientes para sostener la teoría del enfrentamiento y pedir que se condene a los Albatros por haber cometido un crimen excediendo los límites y protocolos establecidos para la defensa ante una agresión.

Sí dice que existió la coautoría funcional en el crimen, sí que fueron los cinco, sí que actuaron de manera “desobediente e irresponsable”, sí que dispararon 150 veces con munición de plomo. Pero que no, que no lo hicieron “en un plan criminal y cazando mapuches”, sino “excediendo” su derecho a la legítima defensa.

Durante las dos horas que dura su exposición y la de su asistente, tres veces el fiscal gira un cuarto de círculo hacia su izquierda para mirar a Graciela. Le dice cuánto lo siente, usted que perdió un hijo, me imagino su dolor, y esas cosas.

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Pero Graciela no le cree. Y Alejandro tampoco. El papá de Rafael se para al terminar la exposición del fiscal, le dice al Tribunal que ya basta, que ya escucharon demasiado, que están cansados, que hace seis años que la Justicia no les da respuesta, moviendo los brazos grita que a Rafita lo mataron los mismos que no se atrevieron a dar la cara en el juicio.

Y el Presidente del Tribunal da por terminada la audiencia.

Luego Vehils Ruiz será increpado en la calle por un grupo de manifestantes y deberá desistir de salir por la puerta principal del edificio de Tribunales.

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Un día antes de su alegato, al término de la audiencia del día 7, frente al edificio de Tribunales, me quedo conversando con Vehils Ruiz. El fiscal me anticipa que sostendrá el exceso en legítima defensa como atenuante. Durante 20 minutos me habla de objetividad, de la función del Ministerio Público, de partículas de pólvora, de la credibilidad de los testimonios de los Albatros. Sabe que al día siguiente cumplirá un rol, sabe que se mostrará al margen de las pasiones que despierta el caso, sabe que la familia, las querellas, los manifestantes se lo enrostrarán. En la esquina de España y San Martín el fiscal me despide diciendo “éste no es un cargo para hacer amigos”.

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Alegar: Dicho del interesado o de su abogado: Argumentar, oralmente o por escrito, hechos y derechos en defensa de su causa.

(RAE)

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Así como las partículas de pólvora quedan unos segundos suspendidas en el aire, queda flotando en el ambiente del tribunal una pregunta. Si el fiscal descarta la posibilidad de transferencia de partículas consistentes con pólvora que aparecieron en las manos de Rafael Nahuel, Lautaro González Curruhuinca y Fausto Jones Huala, ¿cómo se explica que el Albatros Jorge Omar Sánchez, quien no formó parte del grupo que subió a la montaña, que no disparó, que nunca desenfundó su pistola Beretta 9 mm, tuviese en una mano una partícula compatible con una deflagración de arma de fuego?

¿Si Sánchez, alejado y sin contacto con el grupo que disparó 150 veces, tenía esa partícula, cómo no entender que pudieron haber sufrido una transferencia el propio Rafael Nahuel, González Curruhuinca y Jones Huala quienes estuvieron en el escenario de disparos -o recibieron uno, incluso-, o fueron esposados por los mismos Albatros que dispararon, o recogieron vainas servidas recién disparadas, o bajaron un cuerpo herido de un balazo?

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Soy pesimista. Tras el alegato del fiscal dudo que el Tribunal se anime a romper el techo del atenuante de exceso en legítima defensa. Imagino una condena leve, sino una absolución. Soy pesimista. Me siento a la mesa, y escribo.