Despegarse del mundo

por Ángeles Alemandi

Marion Montivero siempre anduvo sobre ruedas: desde la primaria, cuando aún llevaba nombre de niño; de adolescente, mientras huía del pueblo donde nació; de joven, al iniciar su transición. Su vida podrían ser varias vidas, pero ganó la convicción de saber quién era y qué quería. Hoy es la Presidenta de la Asociación de Patín de La Pampa.

Fotos: Belkis Martin.

Marzo 2022

Dice que no recuerda nada de su infancia. Nada. Excepto los patines de ruedas naranjas. Esos, metálicos, que parecen de juguete y pueden extenderse a medida que crecen los pies. A los que atornilló un par de zapatillas para que simularan ser botas. Dice que no recuerda nada, pero de pronto vuelve a tener nueve, diez años y se ve allí: en la calle, frente a su casa, sobre ruedas.

-Con esos patines saqué el doble flip.

Es un salto difícil: son dos vueltas en el aire. Su padre hubiese preferido que hiciese un gol de media cancha. El flip se inicia patinando hacia atrás, después se eleva la pierna derecha, el freno del patín pica en el suelo y esa maniobra da impulso, habilita el vuelo, pero a diferencia de los pájaros, las alas no se abren, porque los brazos se cierran en cruz sobre el pecho y el cuerpo se hace un tornillo que perfora el aire, se suspende en el tiempo, levita.

-Me despegaba del mundo.

Marion Montivero no era entonces Marion, pero ya sabía quién era. Se crió en Montes de Oca, Santa Fe. Su madre lo anotó en la escuela de patín y sin ese gesto, quizá, la vida sería muy distinta. No le gusta mirar para atrás, y sin embargo ve aquella esquina de su pueblo donde se juntaba una bandita de pibes, y por la que evitaba pasar para no escuchar todo lo que tenían para decirle. Ve el día que dejó la secundaria y su padre se lo llevó al campo a trabajar de alambrador. Ve los bolsos que armó para irse a vivir a Rosario: uno con ropa, el otro con los patines.

Para entonces ya participaba en competencias, en una categoría donde no se identificaba. Después se mudó a Córdoba y allí inició su transición. Pasó a ser Marion.

- Y ahí me comió la noche, la prostitución, la droga, no dejé de hacer nada, conozco todo, desde dormir en un gallinero hasta vivir en las Torres de Manantiales de Mar del Plata. Pero siempre llevé mis patines a cuesta, no los dejaba en ningún lado.

Tenía 25 años cuando se vino a vivir a Santa Rosa, la capital de La Pampa. Acá se siguió prostituyendo mucho tiempo, hasta que un día, está segura, la tocó la varita mágica y entró al Polideportivo Butalo: se había enterado que daban clases de patín. La profesora que dirigía el grupo, al verla deslizarse a toda velocidad por la pista y hacer loops, salchow, axels con precisión y luego girar en trompos perfectos, hizo un llamado. Tenía una alumna nueva que bien podría dirigir la clase. A los días a Marion la contactó Claudia Fernández, entonces referente del deporte en la provincia, le ofreció dirigir un grupo.

- Para mí era todo nuevo y tenía miedo, le dije: yo no puedo enseñar con la palabra, tengo que estar en contacto con los chicos para mostrarles cómo a hacer un salto, un trompo, una combinación, necesito corregirles la pose de los brazos, de la cadera, la espalda y no quiero tener problemas. Me dijeron que me iban a acompañar. Cuando arranqué tenía veinte alumnos en la pista y cuarenta padres en las gradas. Yo era el bicho. Me sentí entonces observada, pero no sé si ellos me miraban así o era una cosa interna mía.


Marion lleva más de trece años dando clases. Ahora, mientras se ata los cordones blancos de las botas blancas que brillan sobre patines profesionales, y se prepara para salir a la pista a dirigir al entrenamiento, recuerda aquellos comienzos. Cómo se ganó el respeto a fuerza de trabajo y cómo se animó a ir por más. Un día se subió a su auto y se fue a la localidad de Victorica.

-Cuando llegué, me presenté y ofrecí abrir una escuela de patín. Me dijeron “qué linda actividad”, nadie me preguntó qué tenía entre las piernas.

Dio clases en Telén, Luan Toro, Winifreda, Castex, General Pico. Hoy es la Presidenta de la Asociación Pampeana de Patín y esta mañana de miércoles está de nuevo en el Poliderpotivo Butalo, a cargo de su escuela. Se mueve sobre ruedas por el salón, le muestra a un alumno cómo dibujar una circunferencia antes de abrir paso el trompo, a otra patinadora le acomoda la pierna para que salga mejor la pose paloma, aplaude cuando una adolescente logra un salto doble. Se queja de la música. Y al menos hoy no grita, pero dice que es una casualidad, es demasiado exigente, no puede con su genio.

- Antes quizá estaba pendiente del que me miraba, del que se reía. Ya no. A mí, patín me dio todo: me insertó socialmente.

Alta, altísima, el cabello rubio atado en una cola, ropa deportiva, 50 años. Marion patina, observa, corrige. Elegante. Abeja reina. En su documento tiene nombre de mujer, su autopercepción es de mujer, nada de todo eso fue regalado, dice, pero si volviera a nacer, elegiría de nuevo ser una chica trans.