Transformar la basura en palabra

por Carolina González

Alejandra Sifuentes vive en Viedma, Río Negro. La crisis del 2001 la arrastró a revolver desperdicios ajenos y apilar cartones para alimentar a su familia. Ciruja, le decían. A ella no le importó y se tomó en serio la basura, tanto que se inventó un trabajo.

Fotos: Pablo Leguizamón - www.rionegroenfotos.com.ar

Marzo 2022

“Así no se puede vivir”, le decían los agentes sanitarios que la visitaban en su casa. Pero así vivía Alejandra, no por gusto, pero así vivía.

Los vecinos del barrio Nehuen, en Viedma, la denunciaban con frecuencia porque apilaba mugre en su patio. La basura era, es y seguirá siendo su sustento, su modo de vida.

En el 2001 tenía 35 años, se había recibido de Auxiliar Dental, estaba criando cuatro hijos y un nieto. A esa edad, nadie quería contratarla. En el hospital local le pedían que trabajara durante un año gratis. Un lujo que no podía permitirse, entonces llegó la basura a su vida.

Cuando la crisis en Argentina expulsó a millones del sistema laboral formal, a ella la catapultó a un basurero, donde las bolsas con olores nauseabundos se acumulaban a cielo abierto.

Alejandra Sifuentes es chiquita de cuerpo. Le brillan los ojos cuando habla de su historia. Mueve inquieta las manos al describir acciones propias o ajenas, como abrir una bolsa de residuos o tener arcadas.

La historia de Alejandra está llena de descartes. Lo que otros tiran, ella lo recoge y lo transforma. Ahora, como flamante Promotora Ambiental, es la iniciadora de un camino que otras debieron recorrer, no por gusto, pero debieron recorrer.

- Abrir una bolsa y sacar….. era algo…asqueroso-, dice y los recuerdos se vuelven otra vez espasmos y torsiones de boca-, en esa época venía con mis hijitos, Juancito y Nataly, yo les traía su comidita preparada, pero me daba mucho asco dárselas, porque esto era un mundo de moscas.

A los olores y las moscas; al asco y a las sobras, Alejandra se acostumbró de la misma forma en que se adaptó al estigma y a las miradas de desprecio de una comunidad que sólo veía en ella a una “ciruja”, una acumuladora de mugre denunciable.

- Cuando estaba en la escuela secundaria, mis compañeros me decían: “Ahí va tu mamá, la ciruja” y era una vergüenza- cuenta Natalia Inostrosa, hija de Alejandra.

Con los años, Ale se convirtió en una avezada descubridora de material vendible escondidos entre los restos de yerba y pañales sucios. Se compró una moto y con un carrito salió a juntar los cartones que los comercios céntricos tiraban.

Con el correr de los años, al basurero fueron llegando más hombres y mujeres buscando material reciclable. Por separado cada uno trabajaba un promedio de 12 horas diarias para vender sus hallazgos a los únicos dos acopiadores de la ciudad y sacar el dinero del día. Hasta que se agruparon y formaron la cooperativa CoTranVi.

“Nos costó llegar, tener un sueldo, el reconocimiento como trabajadores”, afirma Noelia Pichiñanco, otra de las mujeres recicladoras que aprendió, junto a Mariela Reyes, a superar el asco de revolver basura gracias a los conocimientos que le transmitió Alejandra.

Aquel basurero es el mismo lugar donde hoy se ubica la planta de reciclaje del programa de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU). Está en el último rincón de la ciudad, donde crece una zona urbana no planificada con casillas precarias.

El (GIRSU) se inició en todo el país en el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. En la comarca Viedma - Carmen de Patagones la planta se terminó de construir en el 2019. Sin embargo, por más de un año permaneció inoperativa. Con la llegada de la pandemia y el aislamiento obligatorio, cartoneros y cartoneras organizadas, lograron un acuerdo con el Municipio para darle uso. En ese momento la historia comenzó a cambiar.

En la actualidad, más de 60 personas trabajan de forma rotativa en el reciclaje de basura en un lugar cerrado, con maquinaria nueva, uniformes y guantes. Con cocina, oficinas y colación a media mañana. Las grandes impulsoras, las que más tiempo y pelea le dieron y le dan a esta realidad, son mujeres: Ale, Noelia, Mariela, Natalia y tantas más.

Gestionando la planta venden 2500 toneladas de material por mes a diferentes fábricas del país a un precio justo.

En septiembre de 2021 las mujeres de CoTranVi se recibieron de Promotoras Ambientales a través de la capacitación que dio el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), organización que nuclea en el país a miles de cartoneras y cartoneros.

Alejandra se mueve, inquieta, entre la oficina y el depósito. Con una maza rompe vidrios, con la misma agilidad separa plásticos secos de la cinta automática de la Planta GIRSU para después recorrer kilómetros hasta la Escombrera, otro basural, donde cada mañana espera a las y los vecinos para contarles sobre la importancia de la separación en origen. Ya no revuelve mierda ajena, habla de la importancia de separar la mierda.

Las mujeres recicladoras, con Ale a la cabeza, usan la palabra y su convicción.

- Hoy me siento muy orgullosa de ella, porque fue la que nos sacó adelante -dice sonrisa grande mediante su hija Natalia, que también recicla y promueve el cuidado ambiental-. Eso que decíamos ‘es cirujera’, no era así, era un trabajo; ella se inventó su propio trabajo.

En unos años, cuando Ale no tenga más ganas o fuerzas para trabajar en la Planta, va a seguir estando en la basura, recuperando lo que otros descartan, no ya con las manos, sino con la palabra: “Como promotoras ambientales trabajamos para que no haya más gente que tenga que abrir bolsas como las abrí yo”, dice y le vuelven a brillar los ojos.