La península siempre está ahí, desafiándote

por Alicia Lazzaroni

Carla Cárcamo Guerrero se lanzó a una travesía por territorios inhóspitos y salvajes. Caminó durante un mes por los bordes más extremos de Tierra del Fuego, en soledad, desafiando sus propios límites, demostrándose que con preparación no hay metas imposibles.

Marzo 2022

A Carla Cárcamo Guerrero no le interesa decir que es la primera mujer que recorrió sola los 320 kilómetros que insume la vuelta completa a Península Mitre, la porción sudeste de Tierra del Fuego, a la que solo se atreven pocas personas por año, por lo general hombres, un desvelo para científicos, amantes de lo extremo y buscadores de utopías, un imposible que suele bordear el delirio.

Caminó entre 15 y 20 kilómetros diarios durante un mes. Ella es menuda, aunque con fuerza suficiente para cargar 25 kilos en la mochila, tal vez la mitad de su peso. Hija de chilenos afincados en Ushuaia, tiene 41 años y se dedica a cuidar la piel de las personas. De ahí será que le viene esa preocupación por la epidermis del planeta: no intervenir en los procesos naturales, traer de vuelta la basura, evitar hacer fuego al aire libre y el respeto por el entorno en que vivimos. Es charlatana y tan alegre como su pasión por andar.

La península es un lugar salvaje, inhóspito, sin caminos ni senderos, donde conocer los horarios de las mareas es cuestión de vida o muerte, con vacunos baguales poco amistosos, restos de naufragios centenarios que el mar descubre en su vaivén, playas extensas, acantilados, valles y turberas. Y ríos que engañan por su mansedumbre, hasta que se convierten en aluviones amenazantes. Solo viven en la zona dos viejos puesteros que ya no tienen patrón, un aventurero y una mínima dotación naval.


A veces la península no te deja entrar y es prudente volverse a casa e intentar más adelante. Una allí no decide. A Carla el lugar la aceptó. Difícil decirle que no a esta mujer, a su energía contagiosa, a las ganas que le pone a todo lo que emprende, como a los estudios de Turismo que comenzó, y a su paciencia por aceptar los límites, a su capacidad de desafiar tanto a la soledad como al dolor de los pies que se humedecen, se cuartean, se llenan de hongos, al coraje para resistir las tempestades que imponen el viento, la lluvia, el granizo, las heladas.

- Me gusta hablar de mi viaje para que otras mujeres sepan que se puede, aunque es necesario informarse, ser paciente, responsable, tenaz, tomar recaudos, llevar equipos.

Planeó la excursión durante años. El primer acercamiento a la zona lo hizo con su marido, para buscar los restos de un avión que se estrelló en un monte. Ambos llevan un estilo de vida ligado al caminar y a la naturaleza. Sin embargo, tenía el deseo de hacer la travesía completa y sola. Y para eso se preparó: para demostrarse que el género no es impedimento.

Inició la aventura a mediados de diciembre del 2021.

-Una vez que me acerqué a la península, ya no fue posible desligarme. Allí el mundo cotidiano desaparece, una está pendiente de caminar, de estar a salvo y de llegar.

Tres veces por día su marido y sus hijos esperaban ansiosos la posición que les enviaba por medio de un GPS de última generación.

Comía charqui rallado, alimentos liofilizados o envasados en pequeñas porciones y de cocción rápida. Llevaba, además, calzado liviano para el agua, un silbato para advertir de su presencia a los animales salvajes y evitar encontronazos, mapas, un cuaderno con referencias por si se desorientaba y en el que registraba su bitácora.

- Tantos días, kilómetros y pensamientos en soledad te comen la cabeza. Durante las horas de luz yo tenía muchas preocupaciones, cuestiones que resolver, pero a la noche en el campamento extrañaba las charlas.

¿Qué significa que una mujer viaje sola? ¿Que viaja sin compañía, sin un hombre, con otras mujeres? ¿Y si viaja con un perro? El perro se llama Toby, es negro, petiso, fiel como buen callejero y prestado. No tenía entrenamiento, pero a ella le pareció una buena compañía. Y así fue. No se separó de Carla en ningún momento y, a la noche, en la oscuridad de los ranchos, fue todo oídos. Ahora le cuesta devolverlo a su dueño, tanto como le costó el regreso a la ciudad, lo que hizo de a sorbos, para no atragantarse.

Hace apenas un mes que regresó a casa, ahora viste ropa técnica, es lo que usa siempre, parece estar todo el tiempo preparada para hacer una excursión austral. Dice:

- Todos los que dimos la vuelta seguimos en contacto, ayudamos en lo que podemos, mandamos alimentos para los puesteros o para que haya en los refugios por si algún caminante necesita. La península siempre está ahí, desafiándote.

Habla de la Península Mitre, ¿o habla de todas las penínsulas salvajes, extremas, inhóspitas, sin senderos marcados, de la vida cotidiana?